Perdiendo el Punto Principal a Simple Vista

Salvación
Gracia
Published

November 5, 2024

Perdiendo el Punto - Una Reflexión en Jeremías 8:7

Aun la cigüeña en el cielo conoce sus estaciones, y la tórtola, la golondrina y la grulla guardan la época de sus migraciones; pero mi pueblo no conoce la ordenanza del Señor. (Jeremías 8:7, LBLA)

Las Escrituras resaltan un tema recurrente de ceguera espiritual: personas que deberían haber conocido y entendido los planes de Dios, pero que no lograron reconocer Su presencia justo frente a sus ojos. El lamento de Jeremías es una ilustración profunda de esto. La naturaleza—la creación de Dios—conoce instintivamente y sigue los ritmos y leyes del Creador. Sin embargo, el pueblo escogido de Dios perdió las verdades y propósitos esenciales del Señor. Este tema se vuelve aún más impactante en el Nuevo Testamento, donde los líderes religiosos, a pesar de su profundo conocimiento de la Ley y los Profetas, no reconocieron a Jesucristo, el Mesías. En este blog, exploraremos la paradoja de la ceguera espiritual: cómo aquellos más familiarizados con la Palabra de Dios pueden perder el corazón de Su mensaje. Lo haremos en tres secciones: La Perspectiva del Mundo vs. la del Reino, La Paradoja Explicada y Viviendo la Paradoja y Actuando en Consecuencia.


La Perspectiva del Mundo vs. la del Reino

Perspectiva del Mundo:
Desde la perspectiva del mundo, el conocimiento es poder. El mundo le da un inmenso valor a la acumulación de información, educación y experiencia. En la sociedad, aquellos que son expertos, ya sea en ciencia, derecho o teología, son altamente respetados. En entornos religiosos, este énfasis en el conocimiento a menudo se traduce en una profunda reverencia por los eruditos, teólogos y líderes religiosos. Los escribas y fariseos en los tiempos de Jesús ejemplificaban esta mentalidad. Eran expertos en la Ley, habiendo dedicado sus vidas a estudiar las Escrituras y observar meticulosamente los rituales religiosos. Estaban seguros de su entendimiento y cómodos con su estatus religioso, creyendo que su extenso conocimiento les daba favor ante Dios.

Incluso hoy, a menudo caemos en la misma trampa. Pensamos que si conocemos las doctrinas correctas, podemos citar las Escrituras o hemos asistido fielmente a la iglesia, debemos estar alineados con los propósitos de Dios. La perspectiva del mundo equipara la información con la madurez espiritual y a menudo eleva la formalidad religiosa por encima de la fe y transformación genuinas.

Perspectiva del Reino:
Pero el Reino de Dios opera de manera diferente. Este Reino invertido valora un corazón sencible y receptivo por encima de una mente simplemente llena de conocimiento. Jesús dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios” (Mateo 5:8, NBLA). No es el que más sabe sobre Dios quien es más bendecido, sino el que tiene un corazón listo para recibirlo. Los fariseos tenían un vasto conocimiento, pero perdieron el corazón de Dios. Eran expertos en las Escrituras, pero no lograron reconocer al mismo que las Escrituras señalaban. Jesús, la Palabra hecha carne, estaba en medio de ellos, pero permanecieron ciegos a Su presencia.

Jeremías capta esta realidad de manera poderosa: el mundo natural reconoce y sigue los ritmos designados por el Creador, pero el pueblo de Dios permanece ciego y sordo a Su voz. La ironía es impactante: la cigüeña, la tórtola y la golondrina obedecen las leyes de la naturaleza de Dios, pero la humanidad, dotada de razón y revelación, no percibe los planes de Dios. En el Reino, la vista espiritual requiere humildad, dependencia de Dios y un corazón transformado por la gracia, no solo la acumulación de conocimiento religioso.


La Paradoja Explicada

La paradoja es clara: aquellos más familiarizados con la Palabra de Dios fueron los que no vieron la presencia de Dios. Jesús lloró sobre Jerusalén, expresando Su dolor porque la ciudad, que había visto los milagros de Dios y escuchado Sus profecías, no reconoció el tiempo de la visita de Dios. Él lamentó: “¡Si también tú hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos” (Lucas 19:42, NBLA). A pesar de su devoción religiosa, el pueblo de Jerusalén perdió su momento de salvación. La tragedia no radicaba en la falta de práctica religiosa, sino en la incapacidad de captar la esencia de la visita de Dios.

“… porque no conociste el tiempo de tu visitación”.

Juan 1:11 refleja esta realidad desgarradora: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11, NBLA). Jesús no vino a extraños; vino a las personas que esperaban un Mesías. Habían estudiado la Ley y los Profetas, anticipado la liberación de Dios y adherido a las prácticas religiosas, pero cuando Dios mismo apareció, lo rechazaron. ¿Por qué? Sus ojos espirituales estaban cerrados. Esperaban un rey conquistador, no un humilde siervo. Buscaban un libertador político, no un Salvador sufriente. Sus expectativas los cegaron ante la obra real de Dios.

Jesús confrontó directamente esta ceguera espiritual cuando habló con los líderes religiosos: “Ustedes examinan las Escrituras porque piensan que en ellas tienen vida eterna; y son ellas las que dan testimonio de Mí; y sin embargo, no quieren venir a Mí para que tengan vida” (Juan 5:39-40, NBLA). Su problema no era la falta de conocimiento de las Escrituras, sino la falta de percepción espiritual. Perdieron el punto. Estaban tan enfocados en las palabras de la Ley que no reconocieron a la Palabra hecha carne.

“¡Si tú también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.” (Lucas 19:42 NBLA)

Isaías 1:3 ilustra aún más este tema: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no conoce, mi pueblo no entiende”. Incluso los animales reconocen y responden a su amo, pero el pueblo de Dios no reconoció a su Creador. Es un recordatorio sobrio de que nosotros también podemos quedarnos atrapados en prácticas religiosas y debates teológicos y no encontrarnos con el Dios viviente.


Viviendo la Paradoja y Actuando en Consecuencia

¿Cómo evitamos caer en la trampa de la ceguera espiritual? ¿Cómo vivimos de una manera que honre la paradoja de conocer a Dios no solo con nuestras mentes, sino con nuestros corazones y vidas? Aquí hay tres maneras:

  1. Buscar Relación por Encima del Conocimiento
    Los fariseos conocían las Escrituras, pero perdieron de vista a Jesús. Debemos asegurarnos de que nuestra búsqueda de Dios no sea solo intelectual. El estudio bíblico es esencial, pero debe llevarnos a una intimidad más profunda con Cristo. Dedica tiempo a la oración, pidiendo a Dios que se revele personalmente. Acércate a la Palabra de Dios no solo como a un libro de texto, sino como a una carta de amor. El objetivo no es solo aprender acerca de Jesús, sino conocerlo y ser transformado por Él.

  2. Mantenerse Humilde y Abierto a los Caminos de Dios
    El orgullo espiritual es una de las mayores barreras para reconocer la obra de Dios. La seguridad de los fariseos en su conocimiento religioso los hizo ciegos a la nueva obra que Dios estaba haciendo. Nosotros también necesitamos permanecer humildes y enseñables. Estemos dispuestos a dejar que Dios nos sorprenda. Estemos abiertos a la posibilidad de que los caminos de Dios no se alineen con nuestras expectativas. Como nos recuerda Isaías 55:8-9: “Porque Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos Mis caminos,” declara el Señor.

  3. Discernir la Presencia de Dios en la Vida Cotidiana
    El lamento de Jeremías sobre las aves que conocen sus temporadas nos recuerda buscar a Dios en lo ordinario. No esperemos encontrar a Dios solo en la iglesia o a través de actividades religiosas; busquemos Su presencia en los ritmos de la vida diaria. Veamos la mano de Dios en la creación, en actos de bondad, en momentos inesperados de gracia. Jesús a menudo se reveló en contextos ordinarios: una mesa de cena, un bote de pesca, un paseo por el camino. Debemos estar atentos a la presencia de Dios, incluso cuando aparece en lugares que menos esperamos.


Conclusión

Ver lo que Está Oculto a Simple Vista

La ceguera espiritual es un peligro que todos enfrentamos. Las Escrituras están llenas de advertencias sobre perder la obra de Dios, no porque Él esté ausente, sino porque no estamos prestando atención. El Reino al revés nos desafía a ir más allá del conocimiento religioso y entrar en una relación vibrante y viva con Jesús. Nos llama a dejar de lado nuestras ideas preconcebidas y abrazar los caminos impredecibles y transformadores de Dios

Jesús sigue visitando a Su pueblo hoy. La pregunta es: ¿Lo reconoceremos o perderemos el punto principal? ¿Tendremos corazones lo suficientemente humildes para ver al Rey en medio de nosotros? Mientras navegamos en nuestro viaje de fe, seamos personas que no solo conocen acerca de Dios, sino que verdaderamente Lo conocen, que reconocen Su voz y responden con amor, humildad y obediencia.